Hábitos saludables
Consejos para mantener el sistema inmune fuerte
Según los expertos, esto podría marcar las diferencias de cara a superar los síntomas del COVID-19
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Alimentarse correctamente, hacer ejercicio físico de forma regular, descansar las horas suficientes y mantener una higiene adecuada son las claves para cuidar el sistema inmunitario y combatir contra cualquier agente patógeno
Pese a que todavía tenemos mucho que aprender sobre la forma en que el COVID-19 afecta a los humanos, parece evidente que las personas mayores y aquellas con afecciones médicas preexistentes (como hipertensión arterial, patologías cardíacas o diabetes) desarrollan cuadros letales de la enfermedad con más frecuencia de lo habitual. Para el resto de la población, incluidos los jóvenes, vista la vulnerabilidad de algunos al coronavirus, mantener un sistema inmune fuerte podría marcar las diferencias de cara a superar los síntomas cuando estos irrumpen agresivamente. Lo que sí resulta más evidente es que el refuerzo de nuestras defensas contribuye a que se minimicen las probabilidades de irrupción de otras dolencias de distinta índole. Y para lograrlo, los expertos recomiendan que nos atengamos a las siguientes pautas: prestar atención a lo que comemos, evitar costumbres perjudiciales y cumplir con el ejercicio físico y el descanso recomendados por las autoridades sanitarias.
1. Llevar a cabo una alimentación equilibrada
La Asociación Española de Pediatría avisa en una
nota informativa
 que una dieta descompensada, puede dar lugar a alteraciones en la inmunidad capaces de aumentar del riesgo de infecciones o de causar la aparición de reacciones alérgicas. Algunos nutrientes tienen un efecto directo sobre esta esencial función de nuestro organismo, principalmente el zinc y la vitamina D. A los niños con niveles bajos de esta última, afirma el coordinador de su Comité de Nutrición y Lactancia Materna, José Manuel Moreno Villares, se les debe garantizar la ingesta de las cantidades adecuadas, así como una exposición solar mínima todos los días que resulta imprescindible para su síntesis en la piel. Para entender la importancia de la alimentación en el desarrollo de un sistema inmune fuerte, hemos de remontarnos a la gestación, momento en el que los aportes intrauterinos de la madre comienzan a fortalecer las defensas del bebé. A partir del nacimiento, este fenómeno continúa produciéndose a través de la leche materna y, durante los años posteriores, de otros complementos comestibles que se van incorporando a la dieta. Con relación a la infección por COVID-19, el doctor Moreno Villares opina que no existe a día de hoy constancia de ningún patrón alimenticio determinado que minimice las probabilidades de contraerla ni modifique el curso de la enfermedad. No obstante, sostiene que “el consejo nutricional es el mismo antes, durante y después de la pandemia”, es decir, un menú variado, ajustado a las necesidades individuales y basado fundamentalmente en:
  • Frutas y verduras
  • Cereales integrales y semillas
  • Lácteos
  • Proteínas de origen animal (huevo, carne y pescado) en cantidad moderada
  • Agua como bebida principal

Llevar a cabo una alimentación equilibrada ayuda, por otra parte, a mantener una microbiota intestinal y, en general, un sistema digestivo saludable, hechos que favorecerán la asimilación de aquello que comemos. Pero además de contribuir a la fermentación de las sustancias no digeribles y de facilitar la absorción celular de los nutrientes, verá potenciada su función de barrera contra los microbios y toxinas manteniendo nuestro sistema inmunitario en buen estado.
2. Realizar suficiente ejercicio físico
Un estilo de vida físicamente activo durante la infancia, 
sostienen
 desde la AEP, es una buena forma de prevención de ciertas enfermedades crónicas muy frecuentes en la edad adulta, como la obesidad, la hipertensión, las patologías cardiovasculares, la diabetes, el cáncer, los problemas músculo-esqueléticos y los relacionados con la salud mental. Al mismo tiempo, el sedentarismo supone un factor de riesgo para estas mismas afecciones. Para que la actividad física sea saludable, añaden desde la agrupación médica, es importante que se haga cada día, puesto que realizada de forma esporádica no resulta igual de beneficiosa. Además, el ejercicio debe estar adaptado a la condición corporal, a la edad y a las preferencias de cada niño y albergar como única meta la diversión, se practique o no un deporte competitivo. El tiempo ideal contemplado por las autoridades sanitarias debe alcanzar los 60 minutos por jornada, que pueden repartirse en dos o más sesiones para que su realización sea más asequible. En cuanto a las modalidades recomendadas, han de primar aquellas aeróbicas como correr, saltar o montar en bicicleta, si bien durante etapas avanzadas de la infancia se pueden incorporar, tres veces a la semana, otras vigorosas que ayuden a fortalecer los huesos y los músculos.
3. Asegurarnos de que descansamos lo suficiente
Aunque, como recuerda un 
estudio
 de la Universidad Nacional Autónoma de México, no se ha dilucidado con exactitud la relación entre el sueño y el mantenimiento de un sistema inmune fuerte, existen evidencias de que la privación de sueño afecta a nuestras defensas. Por ejemplo, está demostrado que una noche sin dormir disminuye, en personas vacunadas de hepatitis A, la producción de anticuerpos, un fenómeno que se acelera, por el contrario, descansando lo suficiente. Según su etapa de desarrollo, los niños suelen necesitar más o menos horas de sueño. La AEP establece la siguiente relación por edades:
  • Hasta los 2 años: entre 16 y 18 horas al día
  • De 2 a 3 años: unas 13
  • Desde los 3 hasta los 5 años: de 10 a 12
  • Entre los 6 y los 10 años: alrededor de 10
  • A partir de la preadolescencia: entre 8 y 10
  • Desde la adolescencia y durante la vida adulta se aconseja no bajar de 8
4. Ser estrictos con nuestra higiene
Mantener un sistema inmune fuerte también pasa por protegerlo ante los agentes infecciosos. Si bien la propia OMS reconoce que la higiene no supone, por sí sola, una barrera definitiva contra las enfermedades, establece varias medidas específicas que contribuyen a dificultar los contagios por COVID-19:
  1. Lavarse las manos con frecuencia con un desinfectante de manos a base de alcohol o, preferiblemente, con agua y jabón para erradicar el virus en caso de que hayamos entrado en contacto con él
  2. Al toser o estornudar, cubrirse la boca y la nariz con el codo flexionado o con un pañuelo desechable que debemos tirar inmediatamente
  3. Evitar tocarse la cara, especialmente si se ha tocado una superficie con posibilidades de estar contaminada
5. No fumar ni beber alcohol
Los fumadores, además de tener mayores dificultades para conservar un sistema inmune fuerte, corren un mayor riesgo de padecer enfermedades respiratorias como la COVID-19 y de que los síntomas derivados de estas se compliquen. Algo que podría llegar a afectar a los niños en el mismo sentido cuando se encuentran en un ambiente de continua exposición al humo. En cuanto al consumo de alcohol, 
como alerta
 la OMS, también debilita nuestras defensas y, como consecuencia, reduce la capacidad de hacer frente a enfermedades infecciosas como el coronavirus.
6. Tomar suplementos
Algunos investigadores como Philip C. Calder, de la Universidad de Southampton, aseguran que en ocasiones es necesario proporcionar un apoyo nutricional suficiente al sistema inmunológico. En un
 estudio
 reciente defiende, por un lado, los suplementos de omega-3 en las dosis máximas recomendadas por las autoridades, gracias a su ayuda al prevenir diversas patologías infecciosas. Pero va más allá con lo relativo a las vitaminas C y D, las cuales aconseja consumir por encima de las cantidades tope. En el caso de la primera, su consumo en complementos reduce, según sostiene este médico especializado en inmunonutrición, el riesgo y el impacto de las infecciones del tracto respiratorio superior e inferior, como el resfriado común y la neumonía, incluyendo la gravedad de la enfermedad y el riesgo de muerte en pacientes mayores. Algo parecido ocurre, en su opinión, con la vitamina D. Apoyándose en varios meta-análisis recientes, afirma que actúa de la misma manera que la C en la prevención de afecciones similares a las señaladas.
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