hábitos saludables
Cuidar el equilibrio mental después de un año de pandemia
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Después de un año de pandemia, toca hacer balance. Queremos revisar, en particular, qué consecuencias psicológicas ha tenido en los niños y adolescentes.
Porque las medidas que se adoptaron entonces —el cierre de los colegios y, unos días más tarde, el confinamiento total de la población por el virus SARS-CoV-2— no tuvieron precedente en nuestros tiempos. Y, como la situación se alarga, para nuestros hijos está siendo especialmente difícil. Desde entonces, la realidad de las personas ha cambiado por completo. Y todos nos enfrentamos a retos que antes eran impensables. La Covid-19 ha traído consigo miedos, inestabilidad, incertidumbre, pérdidas personales, cambio de rutinas y distanciamiento social, entre otras muchas cosas. En este contexto, algo que preocupa a los profesionales de la salud mental son los efectos psicológicos que tendrá en los niños y adolescentes. Se trata de un sector de la población especialmente vulnerable, por el proceso evolutivo en el que está.
Aislamiento en adolescentes | Fuente: Canva
Los efectos principales de un año de pandemia
Según los expertos de Psiquiatría y Psicología Clínica de la Infancia y de la Adolescencia, 1 de cada 4 niños que han sufrido el aislamiento por COVID-19 presenta síntomas de ansiedad, estrés y/o depresión. Así se refleja también en un estudio de la ONG Save the Children. Una de las consecuencias más claras es que los problemas que ya existían antes de esta situación se han hecho más evidentes. Por ejemplo, los menores que evidenciaban algunos obstáculos en las habilidades sociales han visto cómo estos se han acrecentado.
    Pero también aquellos que no tenían ninguna dificultad antes de la pandemia han sufrido un malestar significativo. Algunas investigaciones han abordado ya la repercusión del aislamiento en adolescentes. Entre ellas figura la realizada en 2020 por Tamarit, Barrera, Mónaco, Shoeps y Montoya-Castilla, de la Universitat de València.
    Diferencias según las circunstancias personales
    Los resultados de dicha investigación se han publicado en la Revista de Psicología Clínica con Niños y Adolescentes. Estas son las conclusiones fundamentales que se desprenden:
    • Los menores que han estado en casas más grandes, con espacios abiertos como un balcón, han desarrollado menos síntomas que aquellos que no disponían de ellos.
    • Además, los adolescentes con relaciones sentimentales han tenido menos estrés y ansiedad, frente a aquellos que no tenían pareja.
    • Los jóvenes que colaboraban en las tareas y que han realizado algunos cometidos, como ir al supermercado o tirar la basura, también han sufrido menos estrés y ansiedad.
    • Las niñas han padecido mayores niveles de estrés, ansiedad y cuadros depresivos durante el confinamiento.
    • Aquellos que han estado muy expuestos a las noticias de actualidad han sido más vulnerables frente al estrés.
    Abuso de aparatos electrónicos durante la pandemia | Fuente: Canva
    Más redes sociales y menos contacto físico
    Asimismo, una de las consecuencias claras, y motivo de preocupación para los profesionales de la psicología, es el abuso de los aparatos electrónicos. Su empleo se ha acrecentado con el confinamiento y las restricciones horarias. Es más, ahora a muchos niños, y sobre todo a los adolescentes, les ha supuesto un problema controlar su uso.
    Por último, hay que tener presente que la vida de los más jóvenes ha cambiado por completo. Se han alterado las rutinas, el contacto físico no está bien visto y se prohíbe entre los no convivientes. Incluso muchos han perdido seres queridos. Todos estos efectos adversos pueden ocasionarles problemas para relacionarse, fobias, insomnio y cuadros de estrés postraumático, entre otros.
    ¿Qué podemos hacer?
    Después de un año de pandemia cada vez es mayor el cansancio. Pero no es necesario etiquetar reacciones y emociones normales como patológicas. Por ello, tenemos que fomentar hábitos que favorezcan una buena salud mental, para que estos síntomas no se vuelvan crónicos. Estas son algunas maneras de ayudar a conseguirlo:
    Fomentar la comunicación | Fuente: Canva
    1. Fomentar la comunicación
    Hablar es fundamental. La familia debe ser el contexto en el que los niños y adolescentes puedan explicar sus miedos, contar lo que les produce estrés. Así podrán buscar, en compañía del adulto, soluciones a los problemas que les inquietan. La comunicación es esencial para que los menores se sientan en un entorno seguro.
    Practicar actividades al aire libre | Fuente: Canva
    2. Realizar ejercicio o actividades al aire libre
    Muchos jóvenes han dejado de realizar actividades extraescolares deportivas. Hay que tener presente que para ellos no son solo una manera de mantenerse en forma a nivel físico. Constituyen, además, un pilar fundamental de su salud psicológica. Necesitan correr y gastar energía.
    Hagamos lo posible para que puedan disfrutar de buenos ratos al aire libre. Así será más fácil que mantengan el equilibrio emocional.
    Mostrar afecto | Fuente: Canva
    3. Cuidar el sentido de pertenencia
    Ahora más que nunca es esencial mostrarles afecto. Con las palabras, con gestos, dedicando tiempo a estar con ellos y en actividades de toda la familia. También será una ayuda propiciar su colaboración en casa y organizar alguna actividad familiar. Esto es especialmente beneficioso para los más pequeños. Contribuye a que se sientan parte de algo, lo que en estos momentos es fundamental.
    Mostrar empatía y comprensión ante sus emociones | Fuente: Canva
    4. Empatía y comprensión
    Entender que ya están cansados y agobiados con todo esto es esencial. Validar estas emociones hace que las puedan expresar con normalidad y que sepan que tienen derecho a sentirse como se sienten.
    Centrarse en lo que sí podemos hacer | Fuente: Canva
    5. Centrase en soluciones
    En esta realidad llena de restricciones y prohibiciones interesa fijarse en aquello que sí se puede hacer y no en todo lo que no se puede. Debemos centrarnos en lo que funciona. Y hacerles ver a los más jóvenes que seguro que hay actividades que son de su agrado y que están dentro de las limitaciones.
    Estar atentos a signos más graves de malestar | Fuente: Canva
    6. Estar atentos a síntomas más graves
    No obstante, nosotros tenemos que estar alerta y observarlos. Algunos de los signos que nos indican que la situación se está yendo de las manos son:
    • Retroceso en hábitos adquiridos como volver a mojar la cama.
    • Aislamiento social.
    • Mal comportamiento sin razón aparente.
    • Abuso de sustancias adictivas.
    • Uso excesivo de la tecnología.
    Estas señales de advertencia varían en función de la edad. Pero, en cualquier caso, si nuestros hijos dan muestras de que el malestar se está generalizando, será necesario recurrir a ayuda especializada.
    Patricia Aguirre Rodrigo Psicóloga
    Centro Psicología Bilbao
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